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Ya son 8. !Ocho!. Cada vez que llega el 19 de abril, a uno le da por echar la mirada atrás unos cuantos años, hasta aquél en el que un día como este, después de no meditarlo demasiado y tenerlo poco claro, se echo al ruedo en el que se lidian estos cuadernos a los que, por las cosas del inglés, llamamos blogs.

Digo que lo tenía poco claro. Así era. El primer pensamiento que me venía a la cabeza es que esto quedaría en un par de anotaciones lanzadas al vacío de la red, para ser luego abandonadas como aquellos barcos naufragados en el olvido de la Costa de Esqueletos.

Esos pensamientos me rondaba por la cabeza cuando abrí «Ex Oriente Lux» el primero de mis cuadernos:

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A la vista está que no abandoné. En ello tuvieron que ver mucho los encuentros que poco a poco fui teniendo con otros que, como yo, se habían lanzado a estas cosas y -sorpresa para mi-, parecían encontrar algo de interés en lo que iba contando. ¿Sorpresa? !pues sí!: durante muchos años había corrido tras la idea de ganar algo de habilidad en esto de escribir, en dar una vuelta a todo lo que había hecho hasta entonces. Pero por motivos que no vienen a cuento, más que vuelta a lo que me llevaron las circunstancias fue al abandono total durante un muy largo periodo de tiempo.

Algo de ello creo que contaba en la anotación que escribí cuando cumplí un año: Por qué a este post lo titulo I.

Uno siente bastante nostalgia al encontrarse entre los comentarios de aquella anotación, con los nombres de tantas personas que acompañaron a este cuaderno durante mucho tiempo con sus lúcidas aportaciones. Entonces fue floreciendo una hermosa complicidad y camaradería que se prolongaría durante uno de los periodos de mi vida como blogero que recuerdo con más afecto. Siempre tendrán reservado un pequeño y confortable rincón en mi memoria.

De todo lo que conté en ese primer aniversario, me quedo con el cierre de la nota, que describe a la perfección lo que me movía a continuar escribiendo después de todas las dudas e intentos de abandono que tuve.

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No abandoné. No. Pero sí que comencé con esa afición tan mía a cambiar de vez en cuando de cuaderno: abrí un nuevo Ex Oriente Lux en blogspot, donde celebré mi segundo cumpleaños de blogero. ¿Cómo?: con un post sin título y muy breve que, acompañado del Aquarium de Saint Saens, decía tal cual:

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Y siguieron pasando los años. Y ya metido en la incorregible manía de escribir largas y pesadas anotaciones, celebré el tercero de mis años con «Tres años después», donde explicaba un poco la historia de Charles de Batz -el verdadero- y los tres mosqueteros, dejando para el final el recuerdo de mis tres años de blogero.

Poco después volví a cambiar de cuaderno, pasando a mi querido Tornavientos, donde, por lo que veo, pues no lo recordaba, no celebré el cuarto aniversario. La verdad es que, pasados los tres primeros años, podemos decir que cambiaron algunas cosas que hicieron que empezara a espaciar mucho mis anotaciones, reduciendo su cantidad. Debe ser algo de eso que se decía, por lo menos entonces, de que un blog tenía una media de vida de tres años. Pero sobreviví…

En Tornavientos tomé la costumbre de celebrar mis cumpleaños con el «Pequeño diccionario Debatziano», una especie de índice de los términos y personajes más importantes que iban pasado por mi cuaderno, y que a mí me venía muy bien como índice de recuerdos.

Así he celebrado mis aniversarios hasta el 2012, pasando por medio otro cambio de cuaderno -a este-, al que llamé Laberintos, cuando lo inicié en septiembre de 2011. Todavía recuerdo que hasta el último momento, dudé entre ponerle este nombre u otro que me rondaba la cabeza tras una apasionante visita a la región francesa de Camembert: ¿Dónde está mi vaca?. Lo guardo todavía, pues nunca se sabe…

Y una vez llegado aquí, ¿qué más me queda por decir? Pues que me siento profundamente agradecido a todos los que en algún momento os habéis pasado por este cuaderno, y me habéis leído y acompañado durante algún tramo de este trayecto de ocho años.

Gracias a vosotros y a ellos, los últimos ocho años de mi vida, con sus alegrías y emociones, con sus esperanzas y tristezas, permanecen vivos en estos cuadernos: algunas veces escondidos bajo torpes alegorías, y otras expresados con toda la claridad de la que he sido capaz… Vivos para toda la eternidad, que no es sino el breve tiempo que dura nuestro paso por esta vida.

Salud